En las últimas dos décadas nuestra sociedad se ha transformado de forma radical. Todos los aspectos de la vida cotidiana se han vistos modificados con la introducción de Internet y las nuevas tecnologías en las rutinas diarias. No sólo se trata de que una gran parte de la población adulta realice muchas de las actividades delante de la pantalla de un ordenador o de algún dispositivo móvil con conexión a la red. Cada vez son más los aparatos domésticos e industriales que están equipados con sistemas digitales que les permiten formar parte del llamado Internet de las cosas y realizar ciertas funciones sin que tenga que haber ningún tipo de intervención humana.
Con el impulso de los grandes nombres de la industria de la automoción y un nutrido grupo de compañías tecnológicas encabezadas por Google, los coches podrían ser el siguiente paso a la digitalización completa de nuestra existencia. Muchos de los nuevos modelos ya se comercializan equipados con sistemas que les permiten conectarse a Internet para avisar al conductor de posibles incidencias en su ruta y de recibir avisos de las propias redes de control del tráfico.
No está muy lejano un futuro en el que los coches autónomos sean una realidad palpable y estos sean controlados por sistemas de inteligencia artificial que les ordenen cuando detenerse o que camino deben seguir para alcanzar el destino elegido a la hora indicada, sin que su propietario tenga que preocuparse por permanecer atento a la carretera. Según los defensores de este concepto, estos sistemas conseguirían reducir la siniestralidad de forma drástica mientras otros alegan que este tipo de vehículos no serían más que una manera de restringir la libertad de los ciudadanos al poder controlarlos de forma masiva y remota.
