Impresión 3D y DRM

Desde que en 1984 se realizarán las primeras pruebas en las que intentaba crear un objeto en tres dimensiones de la misma manera que se podían reproducir imágenes planas con una impresora conectada al ordenador, la impresión 3D ha evolucionado hasta conseguir que esta tecnología esté al alcance de la mano de millones de personas en todo el mundo.

Tan sólo hace cuatro años que Makerbot, una de las empresas pioneras en la impresión 3D a escala doméstica, ponía a la venta su primer modelo destinado que además cualquier podía construirse en su propia casa partiendo de las instrucciones colgadas en lnternet por su creador. En este tiempo, el mercado ha crecido de forma exponencial y es posible hacerse con una de estas impresoras por cifras cercanas a los 500 €.

La impresión 3D ha sido aplicada a la fabricación de objetos de todo tipo: desde galletas y tabletas de chocolate a exoesqueletos ortopédicos que ayudan a niños discapacitados a ser más independientes. Actualmente es posible descargarse modelos en 3D de una gran variedad de artículos diferentes y lo más probable es que cada vez sea más frecuente imprimirse en casa aquello que se necesita en lugar de comprarlo ya fabricado.

Fabricantes de todo el mundo asisten con preocupación a la proliferación de las impresoras 3D y cómo en el mercado empiezan a aparecer los primeros digitalizadores, escáneres para objetos en tres dimensiones. No quieren que se repita el mismo impacto que la digitalización de la música o las películas ha tenido en la industria del entretenimiento y que los consumidores puedan copiar libremente todos los objetos que compren.

Ya son varias las compañías que trabajan en sistemas anticopia o DRM (Digital Right Management) que limiten la capacidad de los dueños de impresoras 3D de fabricar objetos sometidos a algún tipo de derechos de autor. Algunas de las ideas que se barajan es impedir que se puede imprimir más de una vez cada copia digital 3D o que las impresoras tengan que pedir autorización a un servidor remoto antes de ponerse en marcha para “fabricar” un artículo.

No está claro si alguno de los sistemas anticopia que se barajan se convertirá en estándar pero quizás los métodos DRM no sean la mejor manera de evitar que los usuarios pirateen objetos en 3D, como ya se ha demostrado en el caso de la música y las películas.

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